“No me gustan nada las personas campechanas. Si de ellas dependiera, la literatura ya habría desaparecido de la faz de la tierra. Sin embargo, las personas “normales” son muy apreciadas en todas partes… Odio a esta gran parte de la humanidad “normal” que día a día destruye mi mundo. Odio a la gente que es de una gran bondad porque nadie les ha dado la oportunidad de saber lo que es el mal y entonces elegir libremente el bien; siempre me ha parecido que este tipo de gente bondadosa es gente de una maldad extraordinaria en potencia. Los detesto, muchas veces pienso al igual que Zelda y les veo como a unos hijos de puta”.
Enrique Vila-Matas, El mal de Montano.
“La auténtica realidad es mucho más que “el contexto socio-histórico y político”, la realidad soy yo y setecientos millones de chinos, un dentista peruano y toda la población latinoamericana, Óscar Collazos y Australia, es decir el hombre y los hombres, cada hombre y todos los hombres, el hombre agonista, el hombre en la espiral histórica, el hombre sapiens y el hombre faber y el hombre ludens, el erotismo y la responsabilidad social, el trabajo fecundo y el ocio fecundo; y por eso una literatura que merezca su nombre es aquella que incide en el hombre desde todos los ángulos (y no por pertenecer al tercer mundo solamente o principalmente en el ángulo sociopolítico), que lo exalta, lo incita, lo cambia, lo justifica, lo saca de sus casillas, lo hace más realidad, más hombre, como Homero hizo más reales, es decir más hombres, a los griegos, y como Martí y Vallejo y Borges hicieron más reales, es decir más hombres, a los latinoamericanos.”
Julio Cortázar, Literatura en la revolución
y revolución en la literatura.
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